Editorial
Alfaguara. Págs. 237. 2015
Jorge
Riet
Los
más afortunados que penetran en el universo Berger quedan atrapados para
siempre como sus prisioneros. Rehenes de su mundo de confidencias levantado
sobre los cimientos de párrafos escritos sólo para los ojos de cada lector. Presos
de sus medidos textos, de sus impresionantes imágenes, de sus contundentes
ideas que siempre nos pillan desprevenidos, con una guardia baja predispuesta
para el reto que nos ofrece en cada línea, en cada historia, en cada crónica. Berger
es un escritor respetuoso porque ofrece pistas, emite señales, para que cada
uno orbite a su antojo con la incomodidad de quien lee en cada palabra que sale
de su pluma una provocación sobre nuestro tiempo, nuestra vida, nuestra mirada
sobre hechos cotidianos que alcanzan con Berger el rango de categoría. “A veces, a fin de rebatir una sola frase es
necesario contar toda una vida”. Un escritor que nos escupe a nuestra
conciencia el olvido de aquellos hechos esenciales de lo mejor de nuestro
pasado, e incluso de nuestro presente, en beneficio de ideas y sentimientos que
por su aparente novedad no son más que chapuzas de terribles consecuencias. Que
suerte cuando él mismo nos advierte que “si
se pudiera dar un nombre a todo lo que sucede, sobrarían las historias”.
Berger
tiene una calidad literaria extraordinaria, y en este libro alcanza la cima de
una de las mejores prosas contemporáneas europeas. Una vez en Europa es un
gran libro. Una obra para invitados inquietos, dispuestos a incomodarse a la
hora de combinar la tristeza gris de sus historias terriblemente humanas con su
extraordinaria calidad literaria. “Su
experiencia le había llevado a creer que todo lo que caminaba sobre dos piernas
pertenecía a una especie denominada Malententendido”.
Historias
de europeos, como todos, sometidos hoy a la crisis cultural y de identidad más profunda
de sus últimas décadas. Habitantes de un mismo continente que, como Berger describe
magistralmente, están unidos por los mismos lazos, esos mismos que son negados
o evitados por las instituciones con sus oscuras decisiones. Esa fatigada Europa,
“nunca había habido paz en ese edificio.
Demasiado poder y pocas raíces”. Un gran retrato de un puñado de personas
humildes, que son como esa gran mayoría que asiste estupefacta y resignada a
los mismos retos de la vida. Europeos tan anónimos como próximos, “lo desconocido los unía; tácitamente
acordaron no avanzar más. Se protegieron los ojos con las manos. Los fuegos y
las grandes cataratas tienen algo en común. Está el agua en forma de lluvia que
el viento separa de la cascada, y están las llamaradas; está la pared de roca,
chorreando y erosionándose a ojos vistas; y está la desintegración de lo que se
quema; está el estrépito del agua, y está el terrible crepitar del fuego. Y,
sin embargo, en el centro de los dos, del fuego y de la catarata, hay una calma
persistente. Y es esta calma la que es catastrófica”.
Un libro muy
recomendable